Pero a veces las cosas no pasan con la lógica que les pertoca y una repentina a la vez que emocionante jornada de spinning provoca que la presente entrada del blog, para mi placer y deleite, se me adelante.
Estrenaba caña, y con la ilusión de un adolescente con revista porno nueva, me decidí ir a desvirgarla (hay que ver lo guarrete que me estoy volviendo...). Quería un sitio especial, bonito que me delietara con capturas a la vez que con vistas sublimes. El sitio es tan especial, que no se puede ir a pié, hay que ir en barco, y eso hace que la zona esté poco quemada. Además, tenía cuentas pendientes con los moradores de esas rocas. Ya comenté en este blog que el año pasado una enorme criatura marina, sobre el mismo escenario en donde me encontraba en ese momento me arrebató la dignidad, y yo ahora estaba allí, con mi lanza dispuesto a comenzar una nueva lucha.
Llegué temprano por la mañana, a eso de las 7:30h ya le estaba dando que te pego a la caña. El mar estaba perfecto, mar de fondo que levantaba una más que notable espuma al impactar contra el roquedo, y en cada recogida que hacía del señuel, éste venia seguido por un séquito de peces varios commo obladas, sargos, serviolas y pequeños palometones. No daba crédito, sabía que la zona era excelente en cuanto a la variedad de especies marinas, pero eso era una orgía en toda regla.
La primera captura fué un digno sargo, siguiéndole unas cuantas obladas. Hay que ver estos peces cómo se alteran con el agua movida; luego con en mar en calma se hace prácticamente imposible atrapar uno. Será su voracidad, será la poca visibilidad,...?
Al poco rato de estar pescando recojo mi señuelo a un buen ritmo, un paseante azulado que me estaba deparando la mayoría de las capturas cuando se le acerca una gran sombra girs. No lo ataca, simplemente se le pone al lado i lo sigue de cerca. Me pongo de los nervios y me tiemblan hasta las pestañas ya que no sé que hacer, si bajar el ritmo, subirlo, mover la puntera de la caña para dar vida al artificial, y cuando todavía le estaba dando vueltas a la cabeza veo que el pez abre la boca y lo engulle. No fué un ataque espectacular como nos tienen acostumbrados los palometones. El gran pez, sabedor de su superioridad contra la pírrica presa, solo tuvo que hacer un movimiento de cabeza y abrir la boca con suavidad para quedar definitvamente atrapado.
Ahora comenzaba el reto, la aventura y lo difícil. Luchar el pez. Al momento intentó buscar refugio en unas rocas cercanas y muy elevadas del fondo y yo no lo podía evitar, bajo riesgo de apretar demasiado el carrete y que me partiera la línea, como me ocurrió otra vez. Ya notaba en la caña las vibraciones de la línia contra la roca, pero por suerte había puesto un bajo de línea más que fiable: un 0,40 de FLUOR-X, lo que me daba cierta tranquilidad.
Pero la cosa no podía seguir así, con el palomtón entre las rocas haciendo de las suyas acabaría por partirme el bajo. Así que decidí andar, andar y andar hacia el flanco izquierdo hasta tener al pez prácticamente paralelo a la costa, con la esperanza que la presión ejercida en la caña le obligara a salir hacia el lado por donde yo estaba. Funcionó, nada más salir del roquedo y con el pez ya con síntomas de cansancio lo alejé de las piedras. Entonces buscó la lejanía, la profundidad en donde buscaría apoyarse sobre su lateral para ejercer mayor resistencia al cobro, pero sus fuerzas ya no eran las de hacía quince minutos, así que poco a poco lo fuí acercando hasta tenerlo a mis pies.
La altura de la zona de pesca dificultaba la tarea, suerte que por allí andaba Pau, afortunado habitante del islote que me ayudó a poner al escamudo en seco.
Posteriormente salieron un par de obladas más y, para mi sorpresa, una vigorosa y valiente melva, la cual fué trabajada y cobrada por mi nuevo compañero y escudero Pau.
En resumen, jornada inolvidable y que quedará marcada para siempre en mi retina.